Sunday, June 28, 2020

Similitudes a 10 años de una lucha estudiantil



En un abrir y cerrar de ojos, el tiempo pasa y la memoria colectiva olvida hechos históricos muy similares a eventos de hoy día. A muchos les lleva a pensar que la historia se repite. Hace un buen tiempo aprendimos que eso es incorrecto. No obstante, hay eventos parecidos con actores diferentes.
En el mes de junio del 2020, se cumple una década de la huelga estudiantil que unificó, por primera vez en la historia puertorriqueña, los recintos de la Universidad de Puerto Rico. La consigna histórica fue “Once recintos: una UPR”. Recordamos que el 16 de junio de 2010, entre las 9:30 y 10:00 de la noche, un mensaje de texto recorrió los móviles: “Se acabaron ya las negociaciones yeah!!!! ¡Firmaron ya, al fin vencimos!! Hicimos historia”. Este rotativo fue, y sigue siendo, vocal a la hora de registrar causas, eventos y efectos constantemente (ejemplo de ello los editoriales, columnas y notas) sobre la UPR.
En aquel momento la Junta de Síndicos era el órgano rector de gobernanza universitaria en el segundo semestre del año académico 2009-2010. La Junta encaminó medidas dirigidas a la disminución de un 5% del sueldo de todo su personal de trabajo, disminuir el bono de Navidad, congelar plazas de retirados, aumentar el costo de matrícula de los cursos en verano y disminuir el pago de docentes en los cursos del verano, entre otros.
Fue el estudiantado del Recinto de Mayagüez que alertó que estas medidas tendrían efectos devastadores para la Universidad y comenzó un movimiento en contra de estas. Inmediatamente sus pares gallitos y jerezanas unificaron sus voces ante el reclamo.
Así sucesivamente fueron pasando las semanas, cruzando las fronteras de las unidades del sistema. Síntomas compatibles de situaciones intestinas que ameritan dejarlas saber. Se decía de casos de violaciones directas al Reglamento General de la Universidad. Un ejemplo que aparecía constantemente en los medios sociales era acusaciones de enmendar o hacer cambios a documentos con el fin de obtener beneficio personal.
Luego de más de dos meses de manifestaciones e incertidumbre universitaria llegaron los acuerdos en junio de 2010. El conflicto universitario ocupó su momento y espacio histórico. Con ello, dejaron su huella para futuras generaciones universitarias.
La concienciación de transformación social educativa trajo el instrumento de la no confrontación. Sí hubo casos aislados en algunas unidades universitarias por causa de organismos externos que intervinieron. También la presencia de estudiantes que se mantuvieron activos sin protagonismos y hoy son líderes o profesionales en la medicina, educación, derecho, ingeniería, contabilidad, arte, oficinas, trabajo social, psicología, economía, periodismo, comunicaciones y en sus comunidades (entre muchos).
Hoy día hay varios elementos que nos hacen reflexionar si se aprendió de los eventos del pasado ose continúa obviando las lecciones.
Diez años después, son iguales u otros individuos los protagonistas de las primeras gotas del aguacero: Junta de Gobierno, Junta de Retiro, docentes, no docentes y estudiantado (centennials principalmente). Similar al 2010 es en el segundo semestre de un año académico que comienzan los truenos. Los asuntos bastante parecidos: congelación de plazas; el Retiro; aguantar por un momento el costo de matrícula; menor paga a docentes en los cursos del verano; pensar en una bancarrota; y se une la dificultad de educación remota, entre otros.
Similar al 2010, y ante el crecimiento de la tecnología digital, las redes se han convertido en el principal medio de divulgar situaciones. Se necesita de poco tiempo de leer comentarios para observar la cantidad de eventos en los recintos; estos, de igual o mayor importancia que a nivel central. En algunos casos las personas prefieren el anonimato para evitar acciones en su contra.
Se sienten brisas frías. Es como un paralelismo histórico de eventos que invitan a pensar si es cosa de la historia o de los personajes.
Tal vez algunos nos indiquen que es un déjà vu. Otros volverán a cometer el error de generalizar pensando que la Universidad es solo un recinto. Habrá quien indique que debe ser privatizada. Incluso, aparecerán voces internas reprochando lo comentado. Son las críticas tradicionales esperadas al momento de escribir sobre la UPR.
Puntualizamos que la Universidad es la entidad gubernamental que desarrolla investigación en todas las áreas del saber. También la que (luego de eventos atmosféricos) se tira a la calle para brindar servicios médicos, psicológicos, trabajo social, clínicas legales, diseña estructuras, educa en refugios, construye espacios comunitarios, lleva censos de refugiados, comunica las necesidades, prepara costos de recursos económicos, entre otros y de manera gratuita. En esos días se recuerda que nuestros familiares forman (o formaron) parte de la comunidad universitaria pública. Es más, que tarde o temprano buscan que otros y otras se unan a este activo necesario como un servicio esencial social y educativo.
En la historia de la Universidad han pasado muchos eventos y situaciones. Al colocarlos en la balanza, se observa que pesan muchísimo más los éxitos y aportaciones a la sociedad puertorriqueña. Solo esperamos tener la oportunidad de ser testigos en el 2030 para volver a reflexionar si se aprendieron las lecciones o tropezamos con la misma piedra.

Saturday, June 13, 2020

El COVID-19 y las buenas lecciones de mis padres

Escrito en el rotativo El Nuevo Día en su versión digital en el enlace https://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/elcovid19ylasbuenasleccionesdemispadres-columna-2575472/


Mi padre y madre han sido muy buenos maestros de la vida. Ambos estudiaron para servir como educadores de escuela: maestra de inglés y maestro de historia. No obstante, mi padre continuó en su vocación de policía. Hoy, reflexionando sobre la pandemia del COVID-19, estoy convencido de que todas las lecciones sociales impartidas a los cuatro hijos se focalizaban en el aspecto de la seguridad. 
El aseo personal fue vital. Todavía hoy día vivimos en la zona rural del municipio de Moca. Tradicionalmente los servicios de agua potable han sido escasos. Por ello, mi padre diseñó y construyó una cisterna de agua. Así que, de no haber servicio de acueductos, para mis hermanas y yo, bañarse a diario era norma familiar. Adicional a ello estaba el cepillado de dientes y el lavarse las manos después de trabajar o jugar. Con la pandemia continúa el mensaje público del aseo constante en la prensa escrita, radial y televisiva. 
También nuestra madre nos indicaba que había que lavar los comestibles, previo a utilizarlos o almacenarlos. Nunca imaginé cuando niño y adolescente, que esa “manía” de mi madre, hoy día es regla internacional para todo ser humano y una forma de evitar contagios. Sobre contagios, recuerdo cuando nos llevaban a las fiestas patronales. No hubo una fiesta en la plaza de Moca sin participar. Las trillas en las máquinas, el algodón de azúcar, el maní y la pizza de guagüita eran la norma. Pero fue interesante que siempre nos llevaron en horarios de poco público. Era raro que estuviéramos más allá de las nueve de la noche. La razón principal era evitar el conglomerado de mucha gente. Hoy día el Estado ha recomendado estar en espacios con poca gente. 
De hecho, otro aspecto importante en las fiestas era la paciencia. Teníamos que esperar por nuestro turno para las trillas. Esta paciencia también se ejecutaba en otras facetas de la vida, como los almuerzos en el comedor escolar, a que llegara la quincena para optar por unas compras, a que se pudieran adquirir las muñecas o juegos de temporada, entre otros. Hoy día con el COVID-19, fue primordial desarrollar paciencia para entrar a los supermercados, a que llegaran los pagos de transferencia del Estado, incluso para salir del hogar para lo necesario.  
Otra lección de infancia fue el saludo al encontrarnos con otra persona. Mi padre insistía que el saludo a un caballero era estirar y dar un buen apretón de manos. Cuando era una dama, se le hacía una expresión y, si la persona era muy conocida, el saludo de la mano sin apretarle. Hoy día la recomendación de saludar es sin contacto físico y menos con las manos. Me hace recordar la expresión de saludar con gesto de aprecio y amistad sin entrar al contacto.   
Una de las acciones a las que mayor resistencia tuve (y creo que mis hermanas también) era la de estar en la casa temprano en la noche. Me fue muy difícil porquela mayor parte de mis amistades estaban hasta la medianoche. Sin embargo, hoy día le agradezco a mis padres sobre ello. Me enseñaron (y supongo sin saberlo) que hoy día tendría que esperar que el Estado me enviara una notificación con alarma, media hora antes del toque de queda a las 7:00 de la tarde. De hecho, he estado en casa de mis padres y en tono de broma les digo “me voy antes que la gobe me mande para casa”. Ellos sonríen.
Economizar y empatía fueron de las dos cosas más aleccionadoras. Mi padre y madre siempre nos estuvieron haciendo constantemente el cuento de la cigarra y las hormigas. Mientras unas se pasaban guardando cosas para el invierno, la otra se pasaba perdiendo el tiempo. Interesante, que hoy día hay que economizar para evitar salir de la casa a cada instante. El mensaje público es de evitar salir a comprar de más, hacer una lista antes de ir al supermercado y otras cosas más.
La empatía la experimentamos mis hermanas y yo a cada instante. Mi madre y mi padre se pasaban en cada instante ayudando a las personas que necesitaban. Ayudas de ropa, comida, dinero, gestiones y hasta documentos. Este ejemplo de nuestros padres forma parte del modo de vida de mis hermanas y el propio. Lo importante es que los nueve nietos han aprendido sobre ello también. 
Las lecciones de Pacho y Nily en nuestra niñez han tenido un significado pertinente, oportuno y necesario para evitar contagios o, incluso, salvar la vida. Al día de hoy, ningún integrante de esta familia se ha contagiado o con algún síntoma de esta pandemia. A Dios gracias. Este año 2020 el día del padre y de la madre han sido muy especiales. Gracias a nuestros progenitores por las lecciones de infancia. 

Saturday, June 6, 2020

“Demasiado de muchos millones para un solo puertorriqueño”

Columna del escritor Eduardo Lalo en el rotativo El Nuevo Día del viernes 5 de junio de 2020 disponible en el enlace
https://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/demasiadodemuchosmillonesparaunsolopuertorriqueno-columna-2573787/
En 1980, hace 40 años, Ediciones Huracán publicó El país de cuatro pisos de José Luis González. El escritor perteneciente a la generación del 50 llevaba más de dos décadas exiliado en México. Para él, la represión y criminalización del independentismo vedó toda oportunidad de ganarse la vida. En México hizo carrera en la UNAM, la principal universidad del país, y llegó a ganar el Premio Xavier Villaurrutia, uno de los galardones literarios más importantes de ese país.
Por muchos años, José Luis González no pudo regresar a Puerto Rico impedido por las autoridades federales. Existen hechos que patentizan nuestra colonialidad y este es uno: un individuo es privado de su tierra por un poder extraño y adversario. No fue sino hasta la década del 70 del siglo pasado, por iniciativa de Juan Manuel García Passalacqua y otros intelectuales, que González pudo retornar a su país y poco después, en nuevas visitas, vivir en él por periodos de meses.
De este reencuentro con su sociedad nace El país de cuatro pisos. El volumen reúne ensayos y tiene pocas páginas, pero en él se arma una poderosa máquina de pensar, que sirve para comprender las particularidades de la sociedad puertorriqueña de los últimos dos siglos.
En días recientes hemos visto las maquinaciones mercantiles de figuras pretendidamente bien conectadas con el partido de gobierno. Juan Maldonado y Robert Rodríguez proveyeron al país con la tercera radiografía tenebrosa de este cuatrienio. La primera fue la del chat del exjuez Rafael Ramos Saenz, que brevemente presidió la Comisión Estatal de Elecciones, y que en la última jornada electoral compartió información indebida con funcionarios del PNP. La segunda, un botón de muestra de apenas unas semanas y casi 900 páginas, fue el chat de Rosselló y sus conspiradores. Hace pocos días, la pandemia y el encierro nos han ofrecido las comunicaciones electrónicas de Maldonado y Rodríguez.
Es posible que, en los tres casos, los implicados aún no comprendan el motivo del escándalo y la indignación entre tantos ciudadanos. Es probable que el exjuez entienda que hizo lo que se esperaba de él y muchos otros hicieron antes o que Rosselló y sus secuaces no se avergüencen de sus burlas, insultos e intenciones expresadas en el chat y piensen que el problema consistió en que hubo un chota. Es probable además que Maldonado y Rodríguez tampoco vean un conflicto moral en la práctica de su oportunismo sin límites; en la conversión instantánea e improvisada de una compañía de construcción en una distribuidora de pruebas médicas, que negocia con el gobierno una venta expedita a un sobreprecio sobrecogedor. Debido a los rastros electrónicos que dejaron, el exjuez, Rosselló y su claque y estos empresarios fueron descubiertos in fraganti. Junto a ellos y antes y después de ellos debe haber un número incalculable de cómplices y culpables.
En este punto es que el libro de José Luis González resulta iluminador. El escritor demuestra cómo a partir de la Cédula de Gracias de 1815 se da “una segunda colonización” del país, con la llegada de inmigrantes europeos no españoles y, más adelantado el siglo, con la de corsos, canarios y catalanes. Rápidamente, en tan solo una generación, estos “nuevos colonos” transformaron a la sociedad criolla y lo que es más importante, crearon una forma curiosa de imaginarse a sí mismos en Puerto Rico.
Desde hace dos siglos ese sector se ha aferrado a la inmigración de sus antepasados, para desvincularse y diferenciarse imaginariamente del resto de la población. Los “nuevos colonos” y sus descendientes se conciben sin relación con indígenas, negros y sus variantes, es decir reservan para sí una desmestización absoluta que permite desligarse personal y sociológicamente del resto de la población. Para este sector y para los que en cada generación tratan de acceder a su entramado político y económico, los puertorriqueños y lo puertorriqueño son conceptos distantes y débiles, y por ello sus miembros poseen la proclividad a la transformación eurocéntrica. La definición propia queda para ellos atada a un origen inaccesible y teatral y a un pasado que no conocieron y sienten que han permanecido en un territorio que muchos considerarían como una equivocación geográfica y biográfica.
Los “nuevos colonos” y sus herederos fueron incondicionales de España en el siglo XIX y de Estados Unidos desde 1898. Para ellos el pueblo es el que vive en la acera de enfrente o tras las vallas.
El país de cuatro pisos provee una interpretación de las tres radiografías de este cuatrienio. Gente para la cual los demás (es decir, nosotros) somos una masa por la que siente indiferencia y desconexión y que existe para ser utilizable a conveniencia: encamados a quienes robarles los votos, pendangos eternos, muertos para los buitres. Para ellos, aparentemente, no somos mucho más que un “virus productivo”.
Robert Rodríguez le escribió a su socio cuando todo iba viento en popa y esperaban estar a punto de tener en el banco el fruto descomunal de su negocio turbio y asqueroso: “Demasiado de muchos millones para un solo puertorriqueño”. Aparte de la torpeza lingüística, la frase lo dice todo: mucho para uno solo; el aprovechamiento de la masa que vive en la acera del frente o detrás de las vallas con intenciones individualistas y mercenarias.
El país siempre ha sido gobernado por este sector. Para comprobarlo solamente hace falta ver el origen de ciertos apellidos. Cuatrienio tras cuatrienio se tomaron préstamos impagables, que sirvieron para financiar acuerdos tan nefastos como el de las pruebas que iba a proveer una compañía de construcción. En ninguna parte están las carreteras ni las escuelas ni los hospitales, no se ve en ningún sitiola obra hecha para el bien común.
Esta semana este diario reportó sobre la guagua blindada de Rosselló. Comprada en lo más crudo de la emergencia del huracán María, el vehículo en su versión básica costaba $86,950, pero las alteraciones deseadas por Rosselló elevaron el precio a $224,100. En el artículo un funcionario habla de “la inexistencia de una propiedad adquirida”. Casi un cuarto de millón de dólares para comprar aire. Esta es la radiografía grupal del bipartidismo y de su deuda: “Demasiado de muchos millones para un solo puertorriqueño”. Se debe precisar que se trata de residentes de este país para el que los demás solo valemos como carne de fraude. Un país en bancarrota descubre la causa de su tragedia en una guagua blindada y perdida. Somos “la inexistencia de una propiedad adquirida”. Los “demasiados de muchos millones” que se han convertido en aire.

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