Monday, October 10, 2011

La ingeniería de la impunidad

Columna "Las cosas por su nombre" de  Benjamín Torres Gotay
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09 de octubre de 2011

César López Cintrón, un ex Fiscal Especial Independiente (FEI) que por muchos fue años el terror de los ladrones y de sus amigos, lo decía en estos días con el callado pavor de quien estuvo en las entrañas del monstruo y no le gusta lo que vio: las instituciones anticorrupción en Puerto Rico no sirven.

En una entrevista publicada esta semana en este diario, a López Cintrón se le preguntó su opinión sobre las instituciones encargadas de la lucha contra la corrupción aquí. Respondió diciendo que su efectividad depende de la proactividad, el compromiso y el interés de quienes las dirijan.

“Con honestidad y con mucho pesar te digo que no veo eso actualmente en ninguna de las instituciones que tienen esa responsabilidad, lamentablemente”, concluyó.

Uno examina las actuaciones recientes y no tan recientes de las agencias anticorrupción puertorriqueñas y no puede menos que compartir el desasosiego transparentado en la candidez con la cual López Cintrón, guerrero de 15 años en esas lides, hizo estas manifestaciones.

Todo el que no tiene gríngolas sabe que por lo menos durante los últimos 25 años, quizás un poco más, el fraude, la extorsión y el favoritismo son las principales actividades gubernamentales en Puerto Rico.

Y uno se pone a pensar en el último caso de corrupción importante procesado por una agencia estatal y se da cuenta de que se han dedicado mayormente a minucias.

Aparte del tremendo caso que el FEI le tiene montado al exsenador Jorge de Castro Font, que se basa, de paso, en evidencia recopilada por las autoridades federales, y del juicio por extorsión que enfrenta el alcalde de Vega Baja, Edgar Santana, todo lo demás, considerando lo profundamente que está metida la garra del pillaje en la institucionalidad, son minucias.

Ahora, uno ve al Departamento de Justicia sacando pecho con los esquemas de corrupción que han sido denunciados en la Autoridad de Energía Eléctrica y no puede menos que sonreír con alguna condescendencia, pues hemos visto mucho en tiempos recientes cómo cada vez que surgen denuncias así se hacen pantomimas similares que después quedan en nada.

Así pasó, por ejemplo, con las denuncias que se hicieron sobre el Programa de Comunidades Especiales. El secretario Guillermo Somoza, quien parece una persona bien intencionada, hace algunas manifestaciones tremebundas, manda a que unos cuantos fiscales examinen la evidencia que otro, no ellos, recopilaron, y ahí queda la cosa.

No es posible recordar la última vez que una agencia del Gobierno de Puerto Rico llevó a las cortes un caso grande, que requiera de ‘expertise’ financiero, que implique, por ejemplo, el acceso a cuentas bancarias, basado en algo más que una persona de carne y hueso testimoniando lo que dice que vio.

Es como si esas agencias hubieran sido diseñadas con la intención específica de que no funcionen y alguien pueda seguir robando tranquilamente.

Incluso, cuando las agencias logran algún éxito, como en el caso de Edgar Santana, al que tienen atenazado por los costados con varios testigos que dirán en corte con su nombre y apellido los pedidos de dinero que éste le hizo a cambio de contratos, pasa algo que hace que un profundo mal sabor rodee todo el proceso.

En este caso, el Departamento de Justicia está en vías de alcanzar un acuerdo con Irving Piñeiro, el cómplice corrupto de Santana. El acuerdo equivale a una palmadita en la mano, pues le han reclasificado el delito de extorsión por una cosa extraña que se llama intervención indebida en asuntos de gobierno y es posible que salde su deuda con unos poquitos años en probatoria.

Se dice que se le hizo este conveniente arreglito porque está y que enfermo del corazón y deprimido, cosa del todo normal si uno sabe que tiene un pie en la cárcel. Ni siquiera se le exige, y esto es lo más insólito, que devuelva un centavo de lo mal habido ni que testifique en contra de Santana u otros políticos.

En definitiva, que el mensaje que todo esto envía es que en el Gobierno de Puerto Rico se puede uno dedicar a la delincuencia con total tranquilidad, porque es muy poco probable que te agarren y si lo hacen te cantas enfermo y deprimido y te vas tranquilo a tu casa a curarte con la ayuda de lo que te robaste.

Esto tiene un nombre, impunidad, y no es posible subestimar todo el daño que le hace a nuestro país