Sunday, August 21, 2011

Artículo de Mayra Montero: COGOTES

Columna: Antes que llegue el lunes

Autora: Mayra Montero
Fecha: 21 de agosto de 2011
Artículo original en: http://www.elnuevodia.com/blog-cogotes-1044292.html


Cogotes

¿Cómo es posible que la Policía de Puerto Rico combata el crimen y garantice la tranquilidad ciudadana cuando ni siquiera es capaz de detectar e investigar a una compañía privada que se pone a jugar a la invasión armada en un campo de Utuado?

Por menos que eso, por muchísimo menos, cualquier gobierno pone el grito en el cielo y acusa a la empresa que se mete clandestinamente en su territorio para disparar armas, provocar estallidos y sobrevolar el área con helicópteros de guerra. Partiendo del hecho de que no contaban con los permisos para hacer lo que hicieron, ¿por qué se les permitió salir del País, si es que han salido, sin exigirles responsabilidad? ¿Dónde, en qué lugar del mundo se permite algo así?

En cualquier caso, es un insulto a la inteligencia y una monumental vergüenza, que las agencias concernidas -las que se supone que protejan los recursos naturales, la calidad ambiental o la seguridad del País- aleguen que no tenían la menor idea de que los paramilitares y futuros mercenarios practicaban en una finca privada. Finca donde hay bosques, cuerpos de agua, lugares que no tienen por qué ser perturbados por semejante turba.

Visto así, con tanta consideración hacia las “fincas privadas” y todo lo que ocurra dentro de ellas, ¿quién quita que otros enclaves de la misma especie puedan ser utilizados para descargar fardos de droga o entrenar gatilleros?

Si las autoridades locales no intervienen, o no se enteran, o no se dan cuenta de que bajan y suben helicópteros y se oyen ráfagas de ametralladora, pues esto va camino de convertirse en un santuario para actividades ilegales o movidas raras.

En suma, si lo sabían y están haciendo el paripé, malo. Si no lo sabían, si de verdad ignoraban lo que estaba pasando, mucho peor. Se les debería caer la cara de vergüenza. Pero esto huele a tumbe, a podrido chanchullo. Ahora nadie sabe nada y tratarán de echar tierra al asunto con algún otro escándalo. Los monos de Guayama son perfectos para tapar el hueco.

Hay una escena, sin embargo, que parece tomada del cine más cómico de Billy Wilder. A insistencias de los vecinos del lugar, que oían las explosiones, se acercaron al monte un par de policías de un cuartel de Utuado. Ellos mismos admiten que se toparon con unos individuos que “realizaban prácticas en el lugar”. Supongo que al verlos en ropa de fatiga, intensamente rubios, blancos y de ojos azules, pensaron que no había que molestarlos.

Apuesto a que los inefables jefes de Triangle Experience Group, la empresa que enseña a matar, ni siquiera se tomaron la molestia de explicar su presencia en español. Les hablarían a los policías en inglés: si entendían, bien; si no, que se largaran rápido antes de que les chamuscaran los fondillos con una ráfaga de mentirita.

¿Qué hubieran hecho esos policías de Utuado si en lugar de toparse con aquellos soldados imperiales hubieran descubierto a un grupo de muchachones trigueños, en camiseta, cargando los fusiles al hombro? Sencillo: llaman a la fuerza de choque y los fulminan en un dos por tres. Por el contrario, a estos no les exigieron nada, ni papeles ni permisos. Los policías volvieron al cuartel y quién sabe qué dijeron a sus superiores. Si no llega a ser por la prensa, el desaguisado hubiera seguido hasta que los alumnos se aburrieran de tumbar árboles o abatir guaraguaos.

El representante Waldemar Quiles, en el acostumbrado balbuceo, salió diciendo que no había nada irregular, sólo el sensacionalismo del periódico. Muy raro todo, dado que el dueño de la propiedad ahora afirma que “este año” no le alquiló la finca a los futuros héroes. Todos se sacuden de una forma u otra, pero, ¿cualquiera se mete en una finca ajena con bazucas, helicópteros y demás parafernalia de guerra? No sé, aquí han llegado a matar a un pobre diablo por saltar una cerca para robar plátanos.

Por otro lado, ¿no se enteraron las autoridades federales de las escaramuzas? Porque si el dueño de unos terrenos pide permiso para un proyecto “ecoturístico recreativo” y en su lugar se meten en el bosque 40 tipos que se entrenan para una “guerra tropical” , se supone que los federales tengan conocimiento. Si no se enteraron, esta Isla está al garete. Así que aterrizan con un montón de armas, hacen ruido, se tiran en paracaídas y se reúnen al oscurecer para encender fogatas y contarse hazañas, y los federales, que tienen radares y confidentes, no se dan por aludidos. Hasta donde sabemos, hay leyes y disposiciones antiterroristas que se aplican desde que se pone un pie en el aeropuerto. ¿O es que cualquiera prepara explosiones con esa facilidad y nadie les reclama nada?

El caso es que flotan muchas interrogantes sobre el humo del encubrimiento. ¿A quién pagó Triangle Experience Group y qué cantidad de dinero? ¿Cuántas veces han venido y cómo se organizan? ¿Con la colaboración de quién? Sobre todo, habría que preguntarles por qué insinuaban en su página cibernética que Puerto Rico era un lugar “permisivo”. Por esa frase nada más, por ese oprobio, tendrían que haberlos sacado de aquí por el cogote.

Se ven en la fotografía: gruesos cogotes, desdichados cerebros.