Monday, April 27, 2020

Escritos sobre la UPR y su Plan de Retiro

Desmantelan el Plan de Retiro de la UPR en plena cuarentena

Escrito de la profesora retirada Graciela Roig Casanova miércoles, 6 de mayo de 2020 en el rotativo El Nuevo Día (versión digital) y disponible a través del enlace https://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/desmantelanelplanderetirodelauprenplenacuarentena-columna-2566755/


La Universidad de Puerto Rico (UPR) es reconocida a nivel mundial por su calidad académica y por la contribución de sus egresados en todas las disciplinas a través de la investigación científica, publicaciones, creaciones, soluciones a problemas sociales y cambios entre otros. En la historia de nuestro país la mayoría de los gobiernos han valorado la importancia que la UPR tiene en el desarrollo de sus ciudadanos y el derecho que tiene cada uno de poder recibir esta valiosa educación.

El retiro de un empleado de la UPR fue siempre un beneficio marginal valioso que compensaba la desigualdad salarial recibida entre un empleado de una institución de educación superior en Puerto Rico y uno en Estados Unidos. Ayudaba a reclutar los mejores recursos para la institución. Este Plan de Retiro, que es un fideicomiso (“trust”), fue muy bien administrado por décadas por la Junta de Gobierno de la UPR. La Junta de Retiro de la UPR ha velado por esto a través de la historia.

Una vez comienza la crisis económica en nuestro país, causada por nuestros gobernantes y sus administradores, se resalta la situación precaria del Plan de Retiro de los empleados del gobierno y la inmensa deuda que este tenía con ese plan. Sin embargo, el Plan de Retiro de la UPR se distinguía por su excelente administración y su sólida situación económica; sobre todo, por un fideicomiso que no es comparable con los planes de retiro del gobierno.  

El gobierno actual decide reducir los fondos de la UPR por más de la mitad en su presupuesto. Consideran la educación superior como un privilegio y sus decisiones responden a esta premisa. La gobernadora ha ignorado las solicitudes que se le han realizado para que apoye a la UPR y le devuelva sus fondos. Las personas que seleccionaron para pertenecer a la Junta de Gobierno de la UPR identificaron su deseo de desmantelar el Plan de Retiro desde que llegaron y para eso han trabajado. También, el presidente seleccionado a dirigir la UPR no responde a los intereses de los constituyentes sino al gobierno que lo seleccionó. Los universitarios recomendaron candidatos que no fueron seleccionados pues ninguno se iba a prestar a seguir los planes de este gobierno de destruir la UPR. La administración universitaria forma parte activa de este desmantelamiento y publica el nuevo plan de retiro en medio de la cuarentena.

Dejar de enviar las contribuciones patronales que le corresponde a la Junta de Gobierno viola el derecho de recibir la pensión a miles de jubilados que forman parte del Fideicomiso de Retiro y cuentan con ese beneficio adquirido para satisfacer sus necesidades básicas en estos momentos difíciles de sus vidas. Como dice Noam Chomsky (2016): “…defund, make sure things don’t work…”.  Justamente esto es lo que está haciendo la Junta de Gobierno de la UPR, contraviniendo sus deberes para con el Fideicomiso (“trust”). El gobierno tiene el deber de defender y proteger la UPR y su Sistema de Retiro.


La UPR es uno de los valores más importantes de nuestro país y la futura educación de nuestros hijos. Ha permitido la movilidad social y económica de sus ciudadanos.  ¿Queremos un gobierno que ataque nuestra Universidad? Necesitamos un gobierno que la defienda a la UPR y que le restituya los fondos para poder administrarla adecuadamente. Exhortamos a la Legislatura a continuar apoyando a la UPR y a nuestro Sistema de Retiro.




Nos queda Universidad por defender

Compartimos el escrito del Dr. Ángel Rodríguez Rivera en el rotativo El Nuevo Día del lunes 27 de abril de 2020, disponible en su versión original en el enlace siguiente


Recuerdo el verano de 2002. Estaba en mi apartamento de estudiante en la Universidad de Purdue, Indiana. En ese momento ya estaba trabajando en las últimas correcciones de mi tesis doctoral en Sociología. Las preocupaciones sobre el proceso solitario de trabajar en la disertación ya se estaban gastando. 


El fin de eso no implicaba tranquilidad. Acabar la tesis era el comienzo de otras preocupaciones. ¿Dónde voy a trabajar? ¿Me debo quedar en Estados Unidos? ¿Regreso a Puerto Rico? Quería regresar. Me interesaba aportar al país. Quería trabajar en la Universidad de Puerto Rico. 

Le comuniqué a mi consejero de tesis que regresar a Puerto Rico era inevitable. Se sorprendió. Le parecía inconcebible que teniendo la oportunidad de quedarme en los Estados Unidos ganando más dinero, con mejores condiciones de trabajo, mayores recursos para la docencia y la investigación y mayor acceso a espacios de prestigio académico, decidiera regresar. 


Lo pensé y le contesté con gran facilidad. Decidí regresar a Puerto Rico porque, aunque las expectativas de desarrollo en mi carrera no fueran las mejores, había cosas que lo subsanaban. La Universidad de Puerto Rico es mi alma máter y como tal me unen unos lazos de afectividad que me permiten pasar por alto algunas cosas. Además, le dije, la UPR es accesible, democrática y de calidad. El costo para los estudiantes es bajo y hay posibilidad para estudiantes de bajos recursos. 

Le dije que la importancia de la universidad del Estado en Puerto Rico es tal que el gobierno separa el 9.6% de su presupuesto para asegurarse de que esta pueda competir con cualquier institución. Le dejé saber que la Universidad de Puerto Rico tiene otros recursos para balancear la ausencia de mejores salarios. La posibilidad de tener un plan médico de calidad es parte de eso. La posibilidad de que mi hija estudie sin costo alguno a través de exención de matrícula. Más importante aún, la universidad me provee un plan de retiro que me permite, luego de treinta años de servicio, retirarme dignamente y permitir la renovación del proceso académico a través de nuevos reclutamientos. El consejero me entendió perfectamente.

Dieciocho años después, todo cambió. El costo de estudios incrementó exponencialmente. El presupuesto de la UPR se ha reducido de tal manera que es cuasi-imposible su funcionamiento.  El plan médico que cobija a los/as empleados/as está altamente diezmado. Como puntillazo a todo esto, la Junta de Gobierno de la UPR quiere desmantelar el plan de retiro de los empleados de la Universidad. Tan siquiera nos queda un retiro digno.


Ante esto, ¿qué nos queda de la UPR? Solo una estructura que se llama igual pero no cumple con los propósitos para los que se fundó. Queda una Universidad necesitada de defensa. Quedan unos empleados a merced de administraciones mezquinas e insensibles. Mi contestación al consejero cambió. Ahora la razón para estar en la UPR es luchar por recuperarla. El primer paso es que los legisladores reten el veto a la RC 655 y defiendan la Universidad y su retiro.