Columna
del director del periódico El Nuevo Día,
Luis Alberto Ferré Rangel, del domingo 18 de febrero de 2018 en el propio
rotativo disponible en el enlace https://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/prohibidoolvidar-columna-2399819/
Si alguien tiene duda de que el gobernador
Ricardo Rosselló tiene intenciones de ir a la reelección solo tiene que darle
una mirada a la versión más reciente del plan fiscal.
En cuestión de días pasó de proyectar un
déficit estructural de más de $3,000 millones a una versión con un sobrante de
más o menos la misma cantidad.
Economistas debaten y debatirán los fundamentos
macroeconómicos de la nueva versión del plan y le tocará a la Junta de
Supervisión Fiscal (JSF) aceptarlos o no, modificarlos o no, la semana que
viene. Pero claramente la narrativa política que se desprende del plan se
resume muy fácilmente: aquí habrá chavos para repartir.
Con las asignaciones federales ya
aprobadas -ciertamente un logro de esta administración- La Fortaleza le ha
enviado un plan fiscal a la JSF con unos supuestos aún más optimistas que la
versión fiscal anterior, sin dar más detalles de cómo se lograrán los ajustes a
la cuenta fiscal del gobierno.
Primero, no hay garantía alguna de que el
gobierno sea capaz de ejecutar todas las reformas estructurales que está
proponiendo. Solo esta semana, La Fortaleza tuvo que retirar tres proyectos de
la Legislatura. Y si las logra, los tiempos de ejecución de cada una, y sus
diversas interacciones políticas y legales unas con otras, atrasarán cualquier
efecto de ahorro fiscal.
Segundo, no hay garantía alguna de que los
fondos federales llegarán a tiempo. Todavía esperamos por el préstamo de más de
$4,000 millones que aprobó la Casa Blanca en octubre.
Matemática y macro económicamente, el
atraso y la interacción de todas estas variables, reducirán la posibilidad de
un sobrante. Así que pararse ante el país y aclamar a los cuatro vientos que
habrá sobrante en seis años fiscales raya en la irresponsabilidad.
Más peligroso aún es la narrativa de la
dependencia económica que se desprende de todas las versiones del plan fiscal
que tanto la Junta como el gobierno han estado discutiendo: la ausencia total
de una discusión del tránsito hacia un modelo económico sostenido.
La llegada de la ayuda federal
desincentivará el impulso a las reformas económicas y sociales que tanto
necesitamos, tal y como sucedió en los años de “bonanza económica” en la era de
las petroquímicas y las 936. Haga memoria y recuerde cuándo fue que nuestros
niños comenzaron a abandonar la escuela, cuándo fue que arreciaron el crimen y
los asesinatos en este país, cuándo fue que empezaron a envenenarse nuestros
acuíferos, nuestro aire, nuestra gente. Prohibido olvidar.
Hay un riesgo social enorme escondido
detrás de los supuestos de los planes fiscales porque no hay discusión alguna
de cómo subir los índices de participación laboral, de cómo bajar las tasas de
asesinatos, de cómo subir las tasas de graduación de nuestras escuelas y
universidades, de cómo cerrar la brecha de la desigualdad y de cómo adaptarnos
y mitigar los efectos del cambio climático.
La discusión de las obligaciones éticas y
morales de nuestra transformación social es la que debe regir la discusión del
plan fiscal. Por lo tanto, no debería existir un sobrante. Debería estar
invertido en las pensiones, en el aumento de salario a maestros y policías, y
en la construcción de una sociedad más equitativa. Mientras haya pobreza en
Puerto Rico no debería ni siquiera presentarse un sobrante en el plan fiscal.
Es simplemente insultante.
La campaña eleccionaria ha comenzado. Así
que cuidado, mucho cuidado con la danza de los millones. Prohibido olvidar.
Permiso para sonar
Columna del periodista Benjamín Torres Gotay en el periódico El Nuevo Día del domingo 18 de febrero del 2018 disponible en el enlace
https://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/permisoparasonar-columna-2399799/
El gobernador Ricardo Rosselló, que últimamente le ha cogido el gustito a viajar, andaba en estos días dando besos y abrazos por Filadelfia. Estaba, dijo, mirando escuelas chárter, como el padre que se va de gira buscando la mejor educación para sus hijos. Publicó fotos en sus redes sociales de su visita a Aspira, una organización liderada por puertorriqueños (en el último censo vivían allí cerca de 120,000 que se identificaban como boricuas), que maneja seis escuelas chárter en aquella ciudad.
Permiso para sonar
Columna del periodista Benjamín Torres Gotay en el periódico El Nuevo Día del domingo 18 de febrero del 2018 disponible en el enlace
https://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/permisoparasonar-columna-2399799/
El gobernador Ricardo Rosselló, que últimamente le ha cogido el gustito a viajar, andaba en estos días dando besos y abrazos por Filadelfia. Estaba, dijo, mirando escuelas chárter, como el padre que se va de gira buscando la mejor educación para sus hijos. Publicó fotos en sus redes sociales de su visita a Aspira, una organización liderada por puertorriqueños (en el último censo vivían allí cerca de 120,000 que se identificaban como boricuas), que maneja seis escuelas chárter en aquella ciudad.
Si lo que quería el gobernador era ver
escuelas públicas que funcionan bien, bendito, no tenía que ir tan lejos. Las
escuelas públicas puertorriqueñas tienen una fama terrible, en términos
generales bien merecida, porque la inmensa mayoría no ofrece ni buena educación
ni seguridad, que son, probablemente, las cuestiones que más pesan en el ánimo
de alguien puesto a elegir donde educar a sus hijos.
Pero las hay muy buenas también. Cada año,
entre 80 y 100 escuelas de las mil y pico que hay (eran 1,110 la última vez que
se contó, pero están cerrando a un ritmo de tal vertiginosidad que cuando se
lea esto puede que sean menos) obtienen desempeños de excelencia en las mismas
pruebas que sirven para descartar a tantas otras.
Hay escuelas, como la superior Carlos
González, de Aguada, que año tras año gradúa montones de estudiantes con 4.00
de promedio, o las elementales Antera Rosado Fuentes, en Río Grande, y Emérita
León Candelas, en Cayey, que al mismo tiempo en que tienen estudiantes con
excelentes desempeños académicos son también el centro y el eje de sus
comunidades.
Y sin contar a las especializadas, que
reciben un trato único y solo admiten a los mejores estudiantes, están también
las 49 escuelas bajo el modelo Montessori, cuya escuela insignia, la elemental
Juan Ponce de León, en Guaynabo, es la envidia de muchísimos planteles
privados.
Esas escuelas funcionan en entornos
diferentes las unas de las otras, pero tienen unas características en común:
toda la operación está centrada en la atención, la experiencia y el desempeño
del estudiante; se vinculan fuertemente con las comunidades en las que operan;
logran comprometer a los padres; tienen dirección y liderato inspiracional,
presupuestos adecuados, facultades motivadas y metas educativas claras.
“Apoyar y proteger a las comunidades y las
escuelas que ya han comenzado a ser el país que queremos debe ser el primer
paso de cualquier reforma que emprendamos”, decía, con toda razón, en una
columna en estos días la veterana educadora Ana María García Blanco, quien sabe
bien de lo que habla porque es a su liderato e iniciativa que se debe que haya
escuelas Montessori en el sistema público.
Se podría, si se quisiera, si hubiera la
voluntad, si no hubiera ofuscación con otros intereses, estudiar con lupa cómo
es la cosa en cada una de esas escuelas, que están ahí a la vista de todos
nosotros, y replicarlo en cuantas otras se pueda. Sin embargo, es
publicitariamente mucho más sexy ponerse a inventar con charters, que han
tenido resultados muy mixtos en Estados Unidos, y con vales educativos, con esa
manía tan de los últimos tiempos de dar por perdido lo público y vestir de
glamour lo privado.
Está pasando esto en Puerto Rico con una
frecuencia que aturde y que, si uno no está pendiente y tiene las cuentas bien
claras consigo mismo, puede confundir.
Primero nos rompen el país manejándolo tan
irresponsablemente y repartiéndoselo entre ellos y después nos quieren vender
la entrega, la renuncia, los despojos, como las únicas opciones posibles. Hace
recordar esto a algo que decía Calle 13 en una canción: “El que controla, el
que domina, quiere enfermarte pa’ venderte medicina”. Pero también conviene
recordar lo que, mucho antes que Calle 13, cantó Rubén Blades: “No te dejes
confundir, buscar el fondo y su razón, recuerda se ven las caras, pero nunca el
corazón”.
Hay otras posibilidades.
Aunque cientos de miles se hayan ido y el
huracán María haya derribado lo poco que habían dejado de pie el coloniaje, la
partidocracia, la corrupción, la dependencia, el amiguismo y la mediocridad,
hay cómo levantarse sin seguir el libreto dictado por los que o carecen de
imaginación o sus pasos están dictados por cabilderos y especuladores o quieren
cegarnos con el esplendor de fuegos artificiales para que no veamos que, más
allá de los eslóganes y los hashtags, son solo polvo en el viento.
Ahí están muchas escuelas públicas
construyendo patria a pesar del peso enorme que les pone sobre sus espaldas la
bizantina burocracia, la politiquería, la apatía, la carencia y el derrotismo
del nivel central de la agencia. Ahí está Casa Pueblo demostrándonos que se
puede soñar con un sistema de energía que no dependa ni de un monopolio público
bestialmente politizado, ni de un monopolio privado cuya prioridad tampoco sea
nuestro bienestar. Ahí están las múltiples comunidades y organizaciones no
gubernamentales pensando un país autosuficiente, sustentable, próspero,
democrático, al servicio de su gente y no de intereses siniestros.
Ahí están las cooperativas, que nunca
habían tenido problemas financieros hasta que las obligaron a enyuntarse con
los fatulos bonos del Gobierno de Puerto Rico, creando riqueza, dando crédito a
los trabajadores, abriendo surcos, demostrando cuán lejos pueden hacer llegar
modelos de democracia participativa.
Los que nos destruyeron el país quieren convencernos
de que la única solución es venderlo barato. Quieren que creamos que solo en
Nueva York pueden diseñarnos el futuro. Quieren que nos neguemos a soñar, a
imaginar y a construir un país diferente.
Quieren que todos seamos como ellos.
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