Friday, September 4, 2020

¿Cuatro años perdidos en la escuela?

Escrito publicado en el rotativo El Nuevo Día el viernes 4 de septiembre de 2020 y disponible en el enlace https://www.elnuevodia.com/opinion/punto-de-vista/cuatro-anos-perdidos-en-la-escuela/


 

Como docente universitario por más de 29 años, podemos decir que el mayor por ciento de estudiantado del sector público que hemos atendido en las aulas se ha convertido en profesionales de altura en las diferentes ramas del saber. Nos consta que este pensar está en colegas universitarios cuyos pechos se hinchan de orgullo cada vez que vemos pupilos que comenzaron con necesidades de todo tipo y saltaron los obstáculos.

 

Es meritorio en este momento hacer una diferencia. La función social de educar recae en el grupo primario de la familia. Desde el momento que el infante comienza a explorar su alrededor hasta cuando deja el espacio del hogar, le corresponde a los adultos formar un ciudadano ético, responsable y listo para discernir y enfrentar las adversidades fuera del hogar. Lo contrario, hemos fracasado como adultos.

 

No obstante, la escuela como grupo social secundario tiene la función de brindar conocimiento y destrezas de aprendizaje. Una vez llega la criatura al espacio formal académico, tiene que venir con los elementos mencionados en el párrafo previo para poder ejercer con altura las responsabilidades como estudiante. Esto desde las escuelas maternales hasta las universitarias. Tiene que saber que el conocimiento se adquiere, no se compra. También que lo aprendido es parte integral de la formación familiar. Aclarados estos dos conceptos, procedemos.

 

En específico nos ocupa la generación que ha estado impactada en los pasados cuatro años. Observemos que para el año 2017 inició una administración académica en el sector público que debía poner en vigor sus propuestas académicas. De inmediato los huracanes Irma y María atrasaron todo el proceso por la extensión del periodo lectivo hasta el próximo año. Ya en el 2018 llegaron las acusaciones de malversación de fondos que, justas o no, terminaron con un magisterio y estudiantado con dudas sobre el nivel aprendizaje al finalizar el año escolar.

 

El 2019, comenzó con renuncias de la administración ejecutiva en el Departamento de Educación, que incidió en la asignación de recursos humanos, didácticos y otros, solicitados por el estudiantado y el magisterio. De hecho, el cambio administrativo tuvo sus escollos iniciales como el cierre de escuelas justificando economías. Ya para diciembre del 2019 los resultados de las pruebas de conocimiento por áreas de estudio mostraron que el aprendizaje fue muy poco. Si a ello le sumamos la cantidad de situaciones de acoso escolar y peleas en los planteles (la mayor parte conocidas por las redes sociales o el portal Youtube) muestra poco esfuerzo de un proceso enseñanza aprendizaje efectivo. Y las economías, nunca llegaron.    

 

Así llegamos a enero del 2020. Los terremotos impidieron que miles de estudiantes (de los diferentes niveles) pudieran obtener un conocimiento básico porque sus escuelas fueron cerradas o no estaban aptas para recibirles. Hay que resaltar el magisterio (según la definición brindada por don Enrique A. Laguerre de lo que es un maestro) que hicieron villas y castillas por la vocación de enseñar. No obstante, estos casos fueron mínimos.  

 

En marzo 2020 el toque de queda por la pandemia, clausuró las clases presenciales y, luego de semanas, se inicia la transición a cursos remotos. Las dudas de cuánto conocimiento y aprovechamiento académico adquirió el estudiantado del sector público, no se hicieron esperar.  

 

Para colmo, la estrategia de brindar módulos al estudiantado para continuar el proceso de aprendizaje académico y conocimiento, queda en entredicho ante las noticias que los materiales comenzarían a imprimirse luego de adquirir las fotocopiadoras. Por lo tanto, meses pasarán para la entrega del material y que puedan ser distribuidos.     

 

Por ello, colegas del sector de la pedagogía nos alertan si el estudiantado que llegue a los niveles universitarios de los próximos años, posee el conocimiento básico general para atender las diferentes habilidades, destrezas y técnicas que requiere un estudiante universitario. Es más, se preguntan si ese o esa estudiante podrá estar a la par con estudiantes del sector privado, que logró hacer los ajustes. El comentario proviene porque entienden si en procesos “normales” mucho estudiantado llega rezagado, ¿cómo será con estas condiciones?  

 

Podemos decir que somos producto de la escuela pública en Puerto Rico. A nivel universitario también pasamos por la universidad del Estado. La socialización fue significativa en estas etapas de nuestra vida. Tomar cursos generales y especializados llenaron de conocimiento y consideramos fueron la base de lo que somos hoy. Experimentamos dos formatos distintos: los semestres y los cuatrimestres (entre el 1976 al 1978). Concluimos que el formato semestral proveyó de una grata experiencia.

 

Recordamos que hubo fenómenos atmosféricos y sociales que en nada impidieron la suspensión de clases por largos periodos. Hacemos referencia a huelgas, procesos políticos, terremotos, tormentas, huracanes, entre otros. Esto nos hace pensar que fue pertinente en el proceso enseñanza aprendizaje y en el conocimiento adquirido. Eso sí, nuestros progenitores, el magisterio, pares y el gobierno, hicieron lo posible porque siguiéramos nuestro curso académico, sin perder ningún nivel del saber.

                     

Honestamente desconocemos si en estos pasados cuatro años se han perdido en cuanto a conocimiento adquirido del estudiantado. Eso lo dejamos para las futuras generaciones del personal docente del Departamento de Educación y de las universidades descubrirlo. No obstante, sugerimos al personal docente de todos los niveles, invertir un poco de tiempo al inicio de cada semestre escolar para evaluar cuánto conocimiento adquirió el o la estudiante en estos años, como se hacía cuando éramos estudiantes de las escuelas públicas del país. Creemos que el obviarlo puede traer frustraciones al momento de los resultados.  

 

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