Monday, February 16, 2015

Antiintelectualismo de Gabino Iglesias

Por Gabino Iglesias (estudiante doctoral) publicado en el periódico El Nuevo Día en la pagina 73 versión impresa y en la versión electrónica en la dirección siguiente http://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/antiintelectualismo-columna-2007125/ el viernes 13 de febrero de 2015.

Vamos a hablar claro: ser bruto está de moda. Consumir cultura “light” de Pablo Conejo y celebrar la apertura de nuevos centros comerciales mientras la educación causa depresión es cosa de todos los días. No tengo tiempo ni espacio para explicar el proceso que llevó al statu quo, pero la realidad es que, hoy en día, ser, o en muchos casos sólo sonar, inteligente es visto como un ataque en contra de todo y de todos.

Para Antonio Gramsci, el trabajo del intelectual podía ser la crítica dura a la superestructura politico-ideológica existente en defensa de los oprimidos por dicho sistema, y es eso lo que hace imperdonable y ridícula una cultura en la que apuntar a lo que está mal y señalar posibles soluciones está mal visto.

Hoy, el que critica desde una posición bien informada es visto con recelo y hostilidad. Desde desconfianza en sus palabras hasta infundadas críticas que van de insultos a cuestionamientos de amor patrio y humildad, el antiintelectualismo es tan popular como la basura en la televisión.

En un país como el nuestro, lo que hace más falta es labor intelectual que vaya directamente en contra de la idiotez rampante de los políticos y el gran porcentaje de las figuras públicas que gozan de atención en los medios. Sin embargo, esa labor está mal vista. Por desgracia, parte de la culpa la tienen los intelectuales por dos razones: asumir posiciones que los hacen ver como que no pueden tomarse una cerveza en cualquier chinchorro mientras juegan dominó y por no atacar ese antiintelectualismo de frente.

Es hora de que la inteligencia nacional se una, acepte su pluralidad y, desde esa unión, batalle la estupidez. No vale más la opinión de un profesor que la de un poeta, y ambos deben enfrentar el antiintelectualismo de frente.

No es malo asumir posiciones contrarias a las de la mayoría, y sería un placer ver a más intelectuales soltar un potente “¡carajo!” para llamar la atención en lugar de refugiarse en el silencio y las torres de marfil.

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