Artículo publicado en Diálogo Digital el 22 de junio de 2016 dispobnible en la dirección electrónica siguiente http://dialogoupr.com/lider-es-quien-reconoce-lideres/
Recuerdo con nostalgia las palabras de mi abuelo materno que indicaba que para poder ser líder había que reconocer a otros. Estas palabras han sido mi norte en todas las facetas en las que he desarrollado mi vida familiar, estudiantil, laboral y profesional.
Recuerdo con nostalgia las palabras de mi abuelo materno que indicaba que para poder ser líder había que reconocer a otros. Estas palabras han sido mi norte en todas las facetas en las que he desarrollado mi vida familiar, estudiantil, laboral y profesional.
En las décadas entre el 60 y
80 se hablaba mucho sobre el liderato puertorriqueño. Este ejercicio estaba
fuera de los lineamientos tradicionales políticos. El planteamiento se centró
en la iglesia, las comunidades, la educación y los jóvenes universitarios,
entre otros.
En la década del ochenta,
formé parte de movimientos estudiantiles. En muy pocas ocasiones fui parte de
las directivas, todo lo contrario. Motivé y busqué que otros y otras que
poseían habilidades únicas ejercieran su liderato. Les seguí y apoyé porque
sabía que esa iniciativa dejaría beneficios para el colectivo.
Luego en el mundo laboral,
hice lo propio como seguidor de líderes obreros. Manifestaciones, pasquinadas,
coordinaciones, boletines, programas de radio y otras actividades las hice por
el bien del grupo. Les regalé ideas con el único objetivo que sirvieran para
todos y todas.
Profesionalmente, estar en
los márgenes propició conocer verdaderos líderes. Seguir sus consejos,
recomendaciones e ideas fue un proceso aleccionador que hoy día valoro. Conocer
de antemano las alternativas, es fuente de conocimiento adquirido que permite
visión.
Mis predecesores
comunitarios fueron abuelos paternos y maternos que se distinguieron en el
barrio. Padres y madres que brindaron una educación de la cual hoy día soy su
semilla germinada para conducir a otros.
Concluir en este momento que
todo tiempo pasado fue mejor, sería una mezquindad de pensamiento. Bien lo
decía Aristóteles “unos nacen para mandar y otros para ser mandados”.
Parafraseando estas palabras: unos nacen para ser líderes y otros para ser
seguidores. No obstante, líder no es quien ocupa el puesto sino quien posee las
cualidades y destrezas necesarias para mantener el espíritu de grupo.
En el Puerto Rico del siglo
XXI existe una cosecha productiva de líderes comunitarios, profesionales,
familiares, laborales y estudiantiles que dan cátedra de luchar por los demás. Todos
los días aparecen en la prensa sin ser parte de instituciones u organizamos. Quienes
les critican experimentan falta de reconocimiento y un desgaste porque han sido
opacados por un verdadero liderato. En el argot pueblerino se dice que sangran
por la herida. Han tratado de hacer lo que no pueden hacer porque carecen de
humildad, honestidad y bondad, entre otras características.
Pensadores sociales del
Medioevo establecían las características básicas de todo líder. Algunos
incluían sólo la utilización del uso del poder para conseguir las cosas. Otros mencionaban
la persuasión, perseverancia y paciencia. Ya en la edad moderna las
herramientas fueron la mediación y el diálogo.
Hoy la lección mayor debe
ser que no hay que estar en posiciones de liderato para ser líder. Sólo quien
quiere las posiciones critica lo que no ha logrado. El poder de convocatoria y
liderato se gana, no se obliga. No hay que luchar hasta la muerte para
conseguir lo que le conviene al colectivo. Sólo hay que verdaderamente
escuchar, así lo hacía el sabio Salomón en su toma de decisiones.
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