Sunday, November 11, 2018
Letras que Invitan: Cuentos y Relatos Folklóricos de Mi Pueblo
Hoy domingo 11 de noviembre de 2018, la crítica de libros Dra. Carmen Dolores Hernández, reseñó el libro de nuestro amigo el Prof. Leonardo López López en su sección del rotativo El Nuevo Día. Felicitamos al colega.
Monday, November 5, 2018
Cuentos y Relatos Folklóricos de Mi Pueblo
Felicitamos al Prof. Leonardo López López por su más
reciente publicación Cuentos y Relatos
Folklóricos de Mi Pueblo bajo la editorial Hormiga Brava.
El profesor López presenta una serie de cuentos y
relatos que se han mantenido en la tradición oral del municipio de Guayanilla,
Puerto Rico. No obstante, son situaciones que pueden haber ocurrido en otras
partes de Puerto Rico o internacionalmente.
Se puede conseguir a través del enlace de Cuentos
y Relatos o a través del propio autor.
Sunday, November 4, 2018
Antirréquiem por nuestra Universidad
compartimos la columna de la escritora Ana Lydia Vega en el rotativo El Nuevo Día del domingo 4 de noviembre
de 2018 disponible en su versión digital en el enlace https://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/antirrequiempornuestrauniversidad-columna-2457156/
Hace unos días, tuve
el gusto de escuchar a la doctora Diana Rivera Viera defender ante la Junta de
Control Fiscal el plan de beneficios definidos del Sistema de Retiro de la UPR.
Enfrentada a la sordera voluntaria de los “Magnificent Seven”, desplegó con maestría
las armas nobles del debate. Habló con lucidez y contundencia. No se amilanó y
no perdió la tabla.
Habrá quien piense que
los poderes de la Junta excluyen toda posibilidad de cuestionamiento. Habrá
quien opine que la exposición de la profesora no pasa de ser un mero gesto
simbólico. Pero un gesto no es menos elocuente por simbólico, ni un reclamo a
la autoridad menos importante por ignorado. Al contrario, mientras más
inconveniente se considera la protesta, más urgente y esencial se revela.
La Junta, ya se sabe,
no responde a razones ni a evidencias. Y tampoco al criterio de quienes no la
eligieron. Vino a picar el bacalao bonista en nombre del Congreso con la
fórmula mágica para salvar las finanzas del gobierno: quebrar a los gobernados.
Trastocar leyes, violar convenios, rescindir contratos, imponer recortes,
decretar despidos y un infinito etcétera. La consigna es exprimir hasta el
último vellón el bolsillo de los trabajadores para cuadrar presupuestos a
marronazos.
Con tanto especialista
entre sus miembros, esas mentes privilegiadas no han podido parir siquiera una
mísera idea para impulsar el desarrollo y aumentar nuestros ingresos. Según
ellos, Puerto Rico tendría que inmolarse en el altar del aventurerismo
empresarial para salir adelante. Adiós derechos adquiridos y protecciones
laborales. Austeridad rima con desigualdad: mano dura al servidor público y
vista larga al despilfarro en las esferas oficiales.
La “transformación”
recetada para el aún solvente Sistema de Retiro de la UPR se resume en dos
palabras: desmantelamiento inmediato. Cuchillo de carnicero a las ya modestas
pensiones y cristiana sepultura a las aportaciones patronales. Obvio que, al
cabo de unos cuantos años, el fondo del Fideicomiso se quedaría en cero y los
jubilados actuales a la deriva. La Universidad o, en su defecto, el gobierno
central tendría entonces que subsidiarlos. Difícil creer que alguno de los dos
pueda asumir por mucho tiempo una responsabilidad tan onerosa. Atenidos
únicamente a sus propias contribuciones, los participantes activos del Sistema
también encararían, al retirarse, la amenaza de una vejez indigente.
Pero la Junta no se
conforma con la crucifixión de las plantillas docente y administrativa. En el
Plan Fiscal aprobado, se recomiendan cuantiosos aumentos consecutivos al costo
de matrícula. Eso equivaldría a instalar en los portones un muro tipo Trump con
refuerzo de guardias y pitbulls. La conversión de la universidad del pueblo en
colegio exclusivo para jóvenes pudientes pondría en peligro la noción misma de
educación pública.
La obsesión del
“downsizing” alcanza dimensiones absurdas. Descomunales rebajas en las
asignaciones gubernamentales, arbitrarios descartes de exenciones, cesantías
forzosas al por mayor, asalto a los beneficios que a son de negociación han
logrado los empleados, consolidación atropellada de recintos y eliminación
chapucera de programas académicos son sólo algunos de los remedios milagrosos
que matan para curar al paciente.
No en balde el
economista Joaquín Villamil ha advertido que unas medidas tan severas como las
contempladas podrían desembocar en la “desinstitucionalización” de la UPR, es
decir, en el debilitamiento de su funcionalidad como organismo educativo. De
hecho, si se llegaran a ejecutar al pie de la letra los mandatos extremistas de
la Junta, el principal proyecto puertorriqueño para la capacitación
profesional, el cambio social y el crecimiento económico terminaría herido de
muerte.
Frente a un asedio tan
despiadado, lo mínimo esperable sería que los gerentes —el nuevo Presidente y
la Junta de Gobierno— salieran a defender con uñas y dientes a nuestra querida
“iupi”. Si así lo hicieran, contarían con el apoyo decidido del personal, del
estudiantado y de los exalumnos. Hasta ahora, por desgracia, ese espíritu
combativo ha brillado por su ausencia. ¿Se tratará de un conflicto moral entre
la lealtad debida a la entidad que dirigen y las presiones de aquellos que sólo
ven en ella un foco de disidencia política? Gran misterio filosófico. Lo cierto
es que esa reserva injustificable en momentos de crisis alimenta y prolonga la
incertidumbre y la angustia.
Lo más indignante del
asunto es que no habrá consecuencias para los ideólogos de la masacre. La Junta
ya compró su pasaje de regreso. Madame Jaresko se irá con las alforjas llenas.
Don Tercero dejará de soñar con la Ley 80. Miss Matosantos echará un último
lagrimón por la patria que ayudó a fastidiar. Los funcionarios criollos de
turno sonreirán orondos sabiendo que sus respectivos guisos están asegurados. Y
nosotros, los empobrecidos sobrevivientes de un país saqueado, recogeremos la
factura del desastre.
¿Qué actitud asumir
ante lo dizque inevitable? Que yo sepa, la predestinación al sufrimiento no es
ley divina ni la historia es sentencia sumaria. La comparecencia de la doctora
Rivera Viera ante un paredón de silencio nos recuerda que, cuando hay causa
justa, la peor batalla es la que no se da.
Subscribe to:
Posts (Atom)