por Dr. Jorge Benítez Nazario, Catedrático en Trabajo Social, Universidad de
Puerto Rico, publicado en el periódico El Nuevo
Día, jueves 30 de enero de 2014, pág. 71.
La designación del nuevo presidente
de la Universidad de Puerto Rico en las postrimerías del 2013 ha regenerado el
entusiasmo en torno a la posibilidad de recuperar un sistema de educación
superior que provea al país con la inteligencia que se requiere para superar la
crisis actual. El proyecto del joven
presidente está anclado en la reconstrucción de la comunidad universitaria
desde la calidad en la educación y la pertinencia social de la investigación.
Él nos hace recordar la visión de otros jóvenes líderes universitarios de
antaño, como Jaime Benítez y Abraham Díaz González, que sirvieron de norte
intelectual para el desarrollo económico y político de Puerto Rico.
El valor añadido del proyecto
esbozado por el doctor Urayoán Walker Ramos está enmarcado en la consideración
ineludible de la responsabilidad social de la UPR, tanto con respecto a la
comunidad universitaria, como con relación a la sociedad que la rodea.
En cuanto a la comunidad
universitaria interna, debemos
centrarnos en reconocer que existe un contrato con todos los estudiantes que
son admitidos, para brindarles la oferta académica y las experiencias
investigativas que requiere una educación de calidad en cualquier
disciplina. La restricción de las
mismas, además de desincentivar a nuestra juventud para estudiar en la UPR,
tiene el efecto cascada de eliminar plazas, lo que, a su vez, ha socavado la
productividad de un claustro sobrecargado y debilita un sistema de retiro
otrora saludable.
Por otro lado, la recuperación de los 15,000 estudiantes que hemos perdido en los
últimos años, deberá contribuir significativamente con la salud fiscal de
la institución. Ello, por no hablar de aprovechar nuestra planta física para
desarrollar una verdadera universidad nocturna.
Existe una comunidad universitaria externa, compuesta por ex alumnos en todas
las áreas del saber y por puertorriqueños en posiciones clave en el mundo de la
educación superior estadounidense, ávidos
de aportar con sus ideas y ser parte de la reconstitución universitaria.
Éstos deben ser incorporados a manera de un “think tank”, como asesores de la gestión universitaria.
La responsabilidad social de la UPR consiste en permitirles aportar.
En cuanto a las comunidades que
rodean nuestros recintos, tiene que existir una relación de impacto desde la UPR.
No puede ser que el casco de Mayagüez continúe en franco deterioro, siendo
vecino de la facultad de Ingeniería más prestigiosa del Caribe. No puede ser
que Santa Rita y Capetillo carezcan de facilidades recreativas mientras las
canchas y pistas del Recinto de Río Piedras se deterioran por desuso y el
comercio del pueblo se desploma, pese a ser vecinos de una facultad de
Administración de Empresas con programas graduados de excelencia. No puede ser
que Arecibo se vaya a la quiebra teniendo un recinto con un programa graduado
de calidad en Gerencia.
¿Por qué el Recinto de Ciencias
Médicas no asume un rol fundamental en la reforma de salud o por qué los
departamentos de Economía de Río Piedras y Mayagüez no son protagonistas en la
atención gubernamental de la crisis económica y fiscal de Puerto Rico? ¿Por qué
los programas de Trabajo Social y Consejería en Humacao y Río Piedras no
inciden sobre la crisis social puertorriqueña? ¿Por qué el Recinto de Carolina
no lidera el desarrollo turístico del país? ¿Por qué Utuado y Aguadilla no
generan un plan para atender la tan maltrecha agricultura y pesca boricua? ¿Por
qué no son el Recinto de Cayey y la Facultad de Humanidades de Río Piedras las
que recompongan el fomento de la cultura en la Isla? ¿Por qué no es la UPR la
que asuma la responsabilidad de proponer un plan inteligente y sin
politiquerías de energía alternativa para el país? Siendo socialmente
responsable, la UPR se hace pertinente a sí misma y al país.
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