Thursday, April 12, 2007

Tiempo

Desde hace un tiempo he estado pasando por unas experiencias que me inspiran y a la vez me causan pesar. Entre los meses de junio y julio del 2005 estuve fuertemente inclinado a continuar estudios doctorales. Ya varios meses previos había salido mi publicación titulada Crisis Social Puertorriqueña a Inicios del Siglo XXI bajo el editorial de Publicaciones Puertorriqueñas. El éxito del libro fue tal que se tuvieron que realizar dos tiradas y ya se habían vendido en menos de seis meses. Recuerdo que esta experiencia provocó que varios compañeros y compañeras de la universidad me motivaran a terminar el grado doctoral. De hecho, mi hijo mayor, Nelson Esteban, fue la piedra angular en la decisión. Nelson me cuestionaba a menudo que él estaba a punto de terminar su bachillerato e iba a comenzar estudios graduados y me pasaría por la piedra. Honestamente no dudo que lo va a lograr.

Fue así que observé una promoción de la Universidad Interamericana Recinto Metro donde invitaba a una presentación de estudios graduados y post graduados. Recuerdo que me dije que iría a ver los programas sin compromiso alguno.

Llegué a la Inter Metro y allí me recibieron junto a un grupo no muy grande de personas muy interesadas en los programas doctorales. Procedí a registrarme para a orientación al programa doctoral en Psicología. La orientación que se ofreció me estimuló a solicitar. Así lo hice par de semanas posteriores.

Comencé sin decir nada en la UPR Aguadilla (CORA) ni a mis familiares de mis estudios. Primero tomé una clase y de ahí se convirtieron en 17 créditos, que aún poseo, y que con solo unos seis créditos más, estaría con una concentración menor en Psicología. Lo que sí pude observar era que mi comportamiento, mi léxico y hasta la forma de escuchar a la gente había cambiado. Tanto fue así que varios colegas en la universidad me decían que hablaba como psicólogo. De hecho, era observable en mis clases cómo la forma de expresarme había cambiado.

En una de mis clases una estudiante, a quien llamaré Nélida para mantener su anonimato como me lo había solicitado, deseaba platicar conmigo sobre una situación en su trabajo. Ella estaba dirigiendo la oficina de recursos humanos de una compañía recientemente. Deseaba consultarme sobre un caso que tenía en la cual un empleado de la compañía había cambiado totalmente su comportamiento. Todo este ocurrio luego de que otro empleado, de la misma compania, cercano a él se suicidara. El empleado había dejado de asearse, no lavaba su ropa, vivía como deambulante. En fin había perdido todo sentido de lucha y deseos de vida. A ella le preocupaba que el empleado cometiera suicidio por imitación. Le pedí algunos datos del empleado y, por las descripciones que me ofrecía, daba a entender que efectivamente podía estar con síntomas suicidas.

Le indiqué que no era psicólogo pero, de algo estaba muy seguro, la persona necesitaba de ayuda profesional. Es entonces que le recomendé varios nombres de profesionales en conducta humana que trabajan con casos organizacionales. Ella fue muy agradecida por la pobre orientación que le impartí. Dos semanas más tarde la estudiante solicitó nuevamente platicar para decirme que se estaba trabajando con el caso y que la orientación que le había dado fue suficiente para ayudar al empleado. Ese día quedé convencido que la plática, más que al empleado, había ayudado a una Directora de Recursos Humanos que estaba angustiada por desconocer los procesos y personas que pudieran contribuir asertivamente. Desde ese día Nélida quedó muy agradecida por siempre. Todavía platicamos y me siento muy bien por ella. Demás está decir que termina su bachillerato en servicios humanos psico sociales en mayo del 2007 y es excelente.

Otra experiencia que he vivido y que tiene relación a los estudios que comencé en psicología lo representa otra estudiante que se me ha acercado para orientación, pensando que soy psicólogo. Esta vez le llamaré Gisela para mantener la confidencialidad solicitada. Gisela es una estudiante brillantísima de psicología. De hecho, está a punto de terminar y también se gradúa en mayo del 2007. Ella estaba pasando por varios problemas con su novio. Me había percatado que algo le ocurría pues su comportamiento en el salón de clases cambió totalmente. Una muchacha muy atenta al momento de contestar y de las explicaciones que ofrecía. No obstante, su comportamineto cambio. Dejó de atender las explicaciones y estaba concentrada al celular. De hecho, salió varias veces del salón por llamadas.

Un día le escribí por la Internet, cosa de no interferir directamente, de si deseaba platicar y, de lo contrario, todo quedaba ahí. Me dijo que platicaríamos a la salida de la clase un día. Sin embargo, al terminar la clase me indicó que no podría. Yo tranquilo le dije que estaba a su disposición cuando ella quisiera. Sin embargo, por la Internet se comunicó y me solicitó platicar sobre la clase en otro momento. A lo cual accedí y pasó por mi oficina. Ella estaba muy angustiada y no hubo que mencionar nada. De inmediato, comenzó a explicarme lo que le ocurría: amaba a su novio pero él no estaba lo suficientemente maduro para comenzar una vida con ella.

Con deseos de platicar comenzó a explicarme muchas cosas. En algunas de ellas me parecía que no podía estar ocurriendo eso. Compartía con su novio por más de un año incluyendo la intimidad. Le pregunté por algunos datos de ellos. Ella 23 años recién cumplidos (como la edad de Nelson) y él 31, sin trabajo, sin deseos de progresar en la vida (todo eso lo dijo ella). Me dijo que podía romper con él de inmediato y comenzar una nueva vida. No le creí. Sus ojos decían que aún le amaba. Es entonces que hace la pregunta que ningún especialista en conducta humana desea contestar: ¿qué hago? Fuimos reflexionando todas las variantes. Al final ella decidió darle una oportunidad y tratar en los próximos meses ver si él realiza cambios asertivos hacia ella. De no observar los cambios optaría por irse de Puerto Rico y comenzar otra vida en los Estados Unidos. Yo entiendo que no lo debe hacer, pero es su “choice”, como ella dice. A través de una catarsis logró caer en tiempo. Recuerdo que le dije que no dejara pasar el tren que solo pasa una vez y que hay otras personas que le pueden reciprocar lo que desea y necesita.

El tiempo me ha dicho que no perdí esos 17 créditos en psicología. Es como si todo estuviera necesariamente aportando al momento. Lo curioso es que ambas jóvenes vinieron donde mí y lo mas que le pude dar fueron buenos deseos y mucho éxito en sus carreras. Solo espero que algún día recuerden a este humilde servidor que solo tuvo el tiempo de escucharles cuando más lo necesitaban.

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