Thursday, December 31, 2015

La cosecha de aquí



Aquí ... intentando ilusionarme. Cierro los ojos y en vuelo de la imaginación, brinco el charco. Allá, en rincón indefinido, comienzo a caminar. Llamo el verde de los cafetales y el rico aroma de su fruto tinto. También el frondoso flamboyán para que su hoja desprendida, en su rumbo descendente, roce mi mejilla.
 
Camino y camino, en busca del manso riachuelo, de las diminutas buruquenas arañando sus rocas y de la carnosa quenepa que me apetece chupar. Y en la curva del fresco sendero, ahí anhelo abrazarme a las placenteras palmeras de las playas, sentir la tibia lluvia martillando el techo y, por supuesto, escuchar el cantar encantador del iluso coquí churí.
 
A descorazonado paso lento, prosigo. Llamo los suculentos pasteles y el exquisito almíbar de papaya de la abuela hacendosa, la linda flor de maga qué en la vereda florece, y la piragua de tamarindo qué la sed del sediento aplaca. Y con cansada fuerza, en tarimas y campos, busco al jíbaro trovador de lírica improvisada y en cocina cualquiera, un buen plato de bacalao encebollao con ñame y aguacate del país.
 
Y como nada viene a mi encuentro, me detengo a pensar: debe ser porque estoy en tierra ajena y, de lo que llamo, nada se cosecha aquí. Y ahí, del suelo que mis pies pisan, escucho poderoso e intenso clamor. Me agacho y, con dedos temblorosos, levanto un trozo del terruño extranjero. Y así, como se cata el vino, lo miro lentamene, lo huelo y llevándolo a mis labios, lo pruebo. Sin mi paladar haber soboreado el borincano, al instante reconocí la diferencia.
 
Al regresar de mi caminata imaginaria, me aguardaba el monte. Y de su falda, nuevamente probé, esta vez suelo boricua vivo. ¡Comprobado! ¿Es eso sentirse “boricua de pura cepa”? No lo sé. Solo sé lo que el trayecto me enseñó: jamás la “cosecha” norteamericana es igual a la “cosecha” de Puerto Rico. Entonces, ¿para qué ilusionarme?

Saturday, December 5, 2015