Monday, January 9, 2012

El 2012 será mejor

Artículo publicado en el periódico El Vocero del 9 de enero de 2012 en la página 21.

Varios amigos nos pusimos a conversar a final del año 2011. Ellos colocaron el tema sobre la felicidad mientras les observaba. El primero le preguntó al segundo si era feliz. Las miradas entre ambos eran penetrantes. Uno de ellos se dirigió a mí, haciéndome reflexionar sobre la vida. En los microsegundos surgió un viaje por mi mente que me llevó también a pensar.

El primero comentó sobre la muerte de sus familiares que le habían agobiado por meses. Decía que sus abuelas habían partido sin tener la oportunidad de despedirse con un perdón por cosas que le lastimaron, si alguna. Su abuelo le esperó durante semanas para dialogar según era costumbre y lo hacían sobre temas de sociedad, política y economía. Murió y no pudo darle los minutos para conversar. Hoy observaba cómo nietos y nietas no visitan sus abuelos y abuelas. Eso le inquietaba. Según él, no saben que representan la razón de ser del por qué estamos donde estamos. Decía que sólo unos minutos les proveen la satisfacción que te besen, abracen, apapachen, rían, hagan travesuras, bromeen, disfruten, escuchen y sientan que les quieren. Sólo unos minutos para ello. ¡Eso es felicidad!

El segundo dijo que observaba una sociedad que no avanza aunque se le presenten todas las alternativas para salir del boquete. Entendía que muy pocos tienen la oportunidad de preocuparse con los demás y brindarle alternativas para mejorar su calidad de vida. Puntualizó que les dice que observen bien quiénes serán sus parejas. Al rato observas que las mismas características que les indicaste no eran las mejores, son las mismas que entonces buscan en sus parejas. No comprendía que los consejos entraran por un oído, pasan por la cabeza y salen por el otro. Al tiempo llegan nuevamente para decirte que terminaron sus relaciones por esto y aquello. Decía que te pidieron y brindaste el mejor consejo. Decepcionado cuestionó minutos que desperdiciaste. ¿Eso es felicidad?

Mientras ellos comentaban, miraba los familiares de los amigos. Te percatas que hay un micro secreto familiar que sólo los envueltos deben conocer: una lucha de celos por cuál es el mejor. Según ellos desconoces lo que ocurre. Todos los demás lo saben. No quieren que sepas los detalles. ¿Por qué? Porque ellos fueron quienes te criticaron en el pasado diciendo que no eras esto y aquello. Ahora son ellos quienes están pasando la amargura de tener que reconocer que tenías la razón. Pero, no se lo digas. Mantenlo en secreto. Eso es felicidad.

El tercero retomó la palabra. En timbre de voz crítico y a la vez acongojado menciona de los parientes que viven en una burbuja de aire, similar a las que forman los detergentes. Mencionaba que se percata que viven “del cuento”. Desean hacerle creer a los demás que todo está por “la maceta”. Van a lugares “de alcurnia” con el único propósito de aparentar. Luego se retiran a sus residencias a comer de lo que les dieron sus otros familiares. Porque ellos están bien, pero siempre llevan un plato de la casa de sus parientes con el propósito de “llevar algo para mañana en el almuerzo”. Decía que “el almuerzo” era para todos los de la casa, pues el plato se convertía en “banquete familiar” donde cada integrante tenía su porción muy bien ajustada. Lo más que le apenaba era que al otro día volverán a la casa de sus familiares a comer y llevar otro “bocao para el almuerzo de mañana”. Eso es felicidad.

El cuarto mencionó que no estaba claro si ha sido el ejemplo que necesitan sus hijos. Trataba de contener las lágrimas mientras decía que uno de sus hijos es un profesional pero no sabe cómo defender sus postulados. Le preocupaba que un niño educado con principios, ética y madurez fuera abusado por las personas sin escrúpulos que minan y se apoderan de las personas buenas de corazón. También mencionó que la otra prole pensara que el internet, el cable tv, los juegos electrónicos y el no hacer nada en la casa era parte “normal” de todo hijo. Decía sentirse frustrado que le faltara el respeto no solo a él, también a su progenitora. No obstante, la prole se jactaba por sacar buenas notas. Eso es felicidad.

Mientras hablaban les observaba con mucho oído en tierra. Pensaba en las cosas que observo en la sociedad inmediata y extendida eran similares. Pero, ¿qué debo hacer? Decirlas y unirme al grupo de lástima y comentar sobre todo lo que me acongoja. No podía. Buscaban un poco de mi felicidad. Me observaban como quien todo le va estupendo. No les pasó por su mente que soy un ser humano como ellos y sus comentarios me hacían reflexionar. Eran ellos quienes le daban trabajo a mis neuronas. Entonces preguntaron qué piensas.

Sonreí y les dije “el 2012 será mejor”. Creo que me convertí en algo como los demás. Les brindé la contestación “políticamente correcta” que esperaban. Recordé los payasos quienes buscan hacer feliz a los demás, aunque su tristeza se mantenga dentro.